Mañana, miércoles 4 de enero, a las 20:00, tendrá lugar en Bilbao un recital homenaje Eduardo Apodaca, poeta esencial. Será en LuzGas, en el Casco Viejo, y contará con la intervención de Soraya Pereña, Aisha y la música de Maitane Zalbidea y la Aldous Huxley Band
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Eduardo Apodaca |
Julián Borao / 03·01·2017
Eduardo
falleció repentinamente en su domicilio de la capital vizcaína la
tarde del 11 de noviembre de 2006, tras haberse acostado a echar una
siesta reparadora que se convirtió en definitiva. Tenía 54 años.
Se
fue solo y de manera tan inesperada que cuando apareció su
fotografía el martes siguiente en el diario “El Correo” con el
titular; “Muere
Eduardo Apodaca, una voz singular de la poesía urbana”
parecía que nos miraba todavía vivo desde cualquiera de los
rincones de la villa que lo vio nacer. Porque había nacido en Bilbao, el 22 de marzo de 1952, y en esta
villa creció, vivió y se desarrolló como poeta.
Eduardo Apodaca se
licenció en Filología Románica en la Universidad de Deusto
elaborando una tesina de fin de carrera sobre el poeta Luis Cernuda.
Todavía permanece su recuerdo entre las paredes, aulas y pasillos de
la Facultad de Filosofía y Letras, con su barba, su txapela calada a
lo “Ché Guevara” y el macuto en el que guardaba libros, apuntes
y poemas. Tenía una gran memoria y recitaba poesía con una
afectación que podría parecer forzada pero que al recordarlo ahora
no se puede evitar hacerlo con ternura y valorar esa manera peculiar
de cantar los poemas como una faceta más de un personaje entrañable
para los que lo conocimos. En aquella época lo llamábamos
“Maestro”. Por entonces ya frecuentaba tertulias literarias y era
conocido entre los jóvenes poetas de la villa.
Después
de publicar algún poema en revistas como las donostiarras “Kurpil”
y “Kantil” decide autofinanciarse su primer poemario que publica
en 1978 bajo el título “Introducción a la tierra” dedicado a su
perra Akerra quien “todo
lo que quiero expresar lo habría expresado mejor que yo”,
como rezaba su dedicatoria. También publicó en la revista Zurgai
de Bilbao.
Ejerció
la docencia y residió toda su vida en la misma ciudad, excepción
hecha de un período de tiempo, a comienzos de la década de los
ochenta, en el que se desplazó a California- EEUU para trabajar como
lector de español en la Universidad de la Ciudad de Los Ángeles
(UCLA).
Desde
muy joven se sintió atraído por la poesía, colaborando en revistas
literarias y formando parte de círculos poético-literarios.
Entre
sus aficiones cabría citar caminar, leer, el ajedrez, el ciclismo y
los pájaros, en cuyos cantos era un verdadero experto.
Vivió
de una manera intensa la juventud que le tocó vivir, al final de la
era franquista y el comienzo de la democracia, relacionándose con
los círculos vanguardistas de la época en Bilbao. Su singular
personalidad no pasó desapercibida para los que lo conocieron.
En
1978 se autoedita su primer libro de poemas “Introducción
a la tierra”, que
abarca los poemas escritos entre 1969 y 1976.
En
1991, la Universidad del País Vasco (UPV) edita en edición bilingüe
(español-vasco) en la colección “Poesía
vasca hoy”
los poemas de Eduardo escritos entre 1968 y 1988 que incluye, bajo el
mismo título genérico que el primer poemario, una primera parte
titulada “Introducción
a la tierra”
que incluye los poemas seleccionados por el autor (descartando o
modificando algunos de la primera autoedición) y una segunda parte
titulada “El
errático”,
que incluye poemas escritos con posterioridad.
Su
último poemario “Sus
ojos diminutos”
fue publicado en 2004 por la editorial Berminghan en su colección
“Re-noba” (dirigida por Luis Maraña) e incluye poemas escritos
entre 1992 y 1998.
Es
autor de un estudio sobre el arte literario de Pío Baroja titulado
Pío
Baroja: una corriente crítica devastadora,
recogido en Reelección
de Pío Baroja,
Varios Autores. Ed. Berminghan. San Sebastián, 1.996
No
fue Eduardo un poeta dado a participar en concursos y por ello,
aunque su obra poética es muy amplia, gran parte de sus poemas han
quedado inéditos. Su personal visión del mundo, de la vida, así
como su estilo poético, están reflejados en los poemarios que en
vida publicó. La muerte prematura truncó la carrera de un poeta al
que se le vaticinaba un futuro prometedor en el panorama poético.
El
26 de abril de 2006 se realizó un encuentro-homenaje en su memoria
en la Biblioteca Municipal de Bidebarrieta de Bilbao bajo el título:
Eduardo
Apodaca: Pasajero de Bilbao.
Adentrarse
en su poética es descubrir a un poeta íntegro tanto en la forma
como en el contenido. Su poesía tiene una música muy personal y una
experiencia del hecho poético muy profunda.
Podía
trabajar un poema durante días, semanas, meses e incluso años. Es,
por tanto, una poesía muy elaborada. Buscaba la palabra exacta, la
expresión más próxima a la emoción personal, a la experiencia
personal del poema y de su origen. Sus poemas hay que leerlos
despacio, introducirse en su ritmo interior y en el hecho detonante
del poema para, finalmente, llegar a disfrutar de ese mundo mágico
que surge en el texto y en su contenido. Una vez conseguido, uno
puede transportarse a las sensaciones que trasmite el autor y a la
hipnosis de las palabras con las que nos las transmite.
No
son broches los finales de los poemas de Eduardo finales, sino que más bien da la impresión, muchas veces, de que el
poema queda, que podría continuar. Además, rompe intencionadamente
los versos, suprime comas frecuentemente y el lector debe encontrar
por sí mismo el ritmo de los versos. Eduardo buscaba, más que la
musicalidad del poema, su música.
En
su poesía aparece tanto la naturaleza y sus elementos (animados e
inanimados), como la ciudad con sus lugares y sus componentes
(incluso aparece explícitamente su ciudad, Bilbao), los recuerdos,
la sensación de la experiencia presente, los animales (muy
especialmente los pájaros) – su último poemario incluso termina
con un poema dedicado a un robot-, el amor, el tiempo…
Eduardo
llegó a decir que odiaba
la poesía porque le había hecho vivir,
es decir, que sin la poesía no habría podido vivir. Y Eduardo era
un poeta total, un hombre que a veces se sentía ajeno a este mundo y
que llegó incluso a contemplarlo como desde
otra vida.
CIUDAD
¿Cómo
sucedió? ¿Cómo
es
que camino
por
estos lugares donde ahora estoy,
donde
las columnas en orden van pasando,
sombrías,
rígidas por nada,
como
un cerebro en lucha con el mío?
Y
siento entonces
que
mi cuerpo es piedra fría,
como
losa dentro de una cárcel;
mientras
la mente se margina
y
un rincón sueña en la belleza.
Ah,
duérmame yo
entre
las solitarias
flores
del sencillo jardín
que
viví con los alientos
calientes
de la tierra.
Y
despiérteme la luna,
desde
otro mundo
vista;
su semblante eterno, cálido
vino
de la nada.
(De
“Introducción a la tierra”)
EL
ERRÁTICO
3
El
automovilista preguntó al errático: A quién amas. Amo la muerte
del amor que dibuja la línea de la otra orilla del océano y en el
ruido envía su carta. Hasta que muera seré estrechado por ese ruido
que se dirige a señalar una figura plana y cegadora en el musgo sin
época. No se mueve. Sólo en la aurora alguna vez se ve el viaje
alegre de su reflejo.
(De
“El errático”)
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