El trabajo para sacar adelante el centro de jardinería que dirige, Ferybel, no es obstáculo para que este pulpileño emprendedor, Francisco Fernández, busque y encuentre el tiempo necesario para escribir y poner en escena obras de teatro que invitan a reflexionar sobre los cambios que ha experimentado la educación y las formas de vida en esta comarca durante los últimos 50 años
Un momento de la representación de una de las obras |
Miguel Ángel Sánchez / Javier Irigaray / 26·07·2016
- ¿Qué le lleva a usted a escribir teatro?
- Escribir me ha gustado desde siempre. Me he sentido cómodo
haciéndolo y creo que he conseguido expresarme ‘medio bien’. Esto ha surgido a
raíz de que soy presidente de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos
(AMPA) del Instituto, el año pasado lo era del Colegio. El Ayuntamiento de Pulpí
puso en marcha un programa que se llama ‘Familiarízate’, que trata de explicar
los problemas de convivencia que hay a diario en la relación entre padres e
hijos, sobre todo cuando éstos llegan a la adolescencia, y, desde el AMPA
decidimos colaborar. Primero pensamos en organizar unas charlas, llamar a
expertos, médicos, psicólogos, policías... pero temíamos que la asistencia a
conferencias no iba a ser muy grande, porque todos tenemos más carga de trabajo
de la que podemos llevar y la gente no acude a este tipo de actos, salvo que
haya algún problema muy grave. Entonces se nos ocurrió la idea ¿por qué no
representamos en una obra de teatro lo que queremos transmitir a la gente? A
todos nos pareció interesante y decidimos buscar una pieza adecuada a nuestros propósitos,
pero fue una tarea, más que difícil, imposible. No conseguimos encontrar algo
que incluyera todos los ingredientes que necesitábamos y, además, que estuviera
escrita con el vocabulario que queríamos emplear, así que me ofrecí a escribir
algo que, si lo juzgábamos interesante, lo podíamos llevar a escena. Y tanto
mis compañeros en el AMPA como los servicios técnicos del Ayuntamiento lo
vieron bien. Escribí, pasé a leer la pieza, les gustó y la llevamos a escena.
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Francisco Fernández |
- Es entonces un compendio de sus propias vivencias de
cuando fue niño y adolescente.
- Yo tengo 55 años. La gente de mi edad sabe que la vida de
entonces no era como la de hoy. Igual que la nuestra no fue como la de quienes
han cumplido los 70. Por fortuna hemos ido mejorando. Entonces había mucho
respeto y más educación. Se valoraban muchísimo las cosas. Cualquier regalo que
te hicieran, por pequeño que fuera, cualquier ‘palmadica’ en la espalda se
agradecía. Hoy en día, como los niños prácticamente lo tienen todo, no desean
nada. Ese contraste fue lo que quise exponer en la obra de teatro. Fue el
primer capítulo. Luego hicimos un segundo y estamos montando el tercero. Son
los mismos personajes, las mismas circunstancias, pero en escenas diferentes.
El primer capítulo trata sobre un día de clase. Recuerdo que
cuando iba al colegio nos dirigíamos a los maestros con el ‘don’ o el ‘doña’
por delante. A mí me sorprende mucho cuando ahora veo a los niños gritar a sus
profesores ‘¡eh, maestro!’. Yo no digo que sea una falta de respeto, pero sí señalo
las diferentes formas de comunicarnos en un tiempo y en otro.
- ¿Hemos mejorado en ese aspecto?
- Esa es la reflexión que sugerimos al espectador. Yo no
juzgo las formas. Son distintas, nosotros las mostramos y cada uno que saque
sus propias conclusiones. Particularmente, yo creo que la educación de antes
era mejor que la de ahora. Quizás sea porque es en la que yo me he criado. Pero
hoy también hay chavales buenísimos, lo que ocurre es que lo malo siempre es
más visible.
- ¿Late en su obra una crítica a quienes son responsables
de la educación de los menores?
- No es eso lo que busco. Mostramos escenas de antes y del
tiempo presente. Los muchachos y su comportamiento son los que ponen en
evidencia un sistema y otro, observan el resultado de sus formas de proceder,
reflexionan y caen en la cuenta de si se han conducido de la forma más
adecuada.
- Pero las conclusiones no deberían quedarse en un
escenario, sino aplicarse en las las casas y los colegios.
- Bueno, se oyen comentarios en la calle y nos llega gente
que nos dice ‘mis hijos parecen del segundo acto’, que es el de la familia
actual.
- ¿Qué ocurre cuando en su obra se encuentran chavales de
dos generaciones tan diferentes?
- Muestran su extrañeza por las diferentes formas de
expresarse, la distinta educación, las formas de ver las cosas. Unos más
humildes y otros más ‘pasotillas’.
- ¿Qué papel hace usted?
- Yo soy el abuelo antiguo, con pantalón de pana, tirantes,
un manojo de esparto y haciendo soga en el primer acto. Salgo con la abuela,
nos peleamos cariñosamente... Es el típico abuelo que quiere probar a los
nietos, que les cuenta adivinanzas y chascarrillos para hacerles reflexionar
que la vida no es muy sencilla. Recuerdo que mi abuelo era así, por eso no me
ha costado mucho reflejarlo.
- ¿La obra se ha representado sólo en Pulpí?
- No. El primer capítulo lo hemos representado tres veces.
Una en Pulpí pueblo y también en las pedanías de La Fuente y Terreros, pero
además la hemos llevado a Cuevas del Almanzora. El segundo capítulo lo hemos
estrenado hace sólo unos días en Pulpí, pero tenemos previsto representarlo en
Terreros y en otros municipios que han mostrado su interés por la obra. Creo
que sería muy interesante que se pudiera ver en colegios de la comarca. Cuando
la presentamos en Cuevas, muchos padres se quedaron para felicitarnos y
comentar la obra. La vieron muy real, muy del día a día. A la gente le gustó.
- ¿Qué trata en el segundo capítulo?
- Son las mismas familias, las mismas situaciones pero en un
fin de semana. Hace cincuenta años, al levantarse, los niños iban con el abuelo
a aprender cosas como podar árboles, conducir, planchar... Mostraban interés
por aprender. En la familia de hoy, la mujer comienza el sábado pensando en ir
a tomar café con las amigas, el marido en el partido de paddle y los críos,
solos, distraídos en los videojuegos, y si el abuelo les pide ayuda, se excusan
en que pueden hacerse daño. Huesos tiernos. En el tercer acto de este segundo
capítulo, los niños de las dos generaciones se encuentran en la biblioteca de
la universidad. Los muchachos del segundo acto convencen a los del primero para
que se vayan con ellos de botellón y acaban teniendo que ser llevados a
Urgencias por la Cruz Roja.
- ¿Las tentaciones de la sociedad actual acaban
triunfando?
- Al final terminan todos pidiéndose perdón. Unos por haber
obligado a los otros a beber alcohol y los otros por haber estropeado la noche
a los primeros, y llegan a la conclusión de que no tienen que pedirse perdón
ninguno, pero que el alcohol no hace bien a nadie.
- ¿Su pozo de creatividad continúa lleno?
- Estamos trabajando en el tercer capítulo. Lo ambientaremos
en una navidad. Tengo la suerte de contar con un grupo de personas muy
creativas a las que consulto constantemente y son capaces de llevar las obras a
escena. Somos más de veinte personas actuando.
- ¿Cuanto dura cada obra?
- Aproximadamente una hora y media, dividida en tres actos.
Me gustaría que de otros pueblos nos llamaran para representar la obra,
compartir con el resto de niños, jóvenes, padres y maestros lo que ha sido un
éxito en Pulpí. Es nuestra modesta aportación para intentar crear una sociedad
mejor.
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