‘Historias para la historia: Cuevas del Almanzora y su provincia’ es la última obra del cronista de la ciudad, Enrique Fernández Bolea. El libro es una recopilación de sucesos y avatares, muchos de ellos inéditos y extraordinariamente interesantes, que sucedieron en el municipio
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Gaudí y la 'Catedral' que diseñó para Villaricos. Dibujo de Francis González. |
Una de estos acontecimientos, que aparece bajo el título ‘La iglesia que los benedictinos encargaron a Gaudí’, nos sitúa en el siglo XIX, en pleno esplendor de la minería, y nos cuenta los preparativos hechos por esta Orden a fin de construir un majestuoso edificio religioso en Villaricos. Si les interesa, aquí lo reproducimos íntegramente.
Enrique Fernández Bolea / 05·03·2016
Apenas habían transcurrido seis meses desde su acomodación en la Madrileña cuando el padre A. de Saint Alode, superior general de la Congregación Celestina de la Orden de San Benito, remite nada menos que a Antoni Gaudí una misiva instándole, con celeridad, a la elaboración de un proyecto de
iglesia para Villaricos. La carta estaba fechada el 13 de marzo de 1882 y concedía al arquitecto catalán un escaso plazo de dos meses para levantar los planos del futuro templo; Gaudí, consciente de que la tarea requería de un intervalo más dilatado, solicitó el doble de tiempo para su materialización y se puso manos a la obra. Cumplió escrupulosamente con lo comprometido y, al cabo, bajo la atenta supervisión de Joan Martorell, que por entonces ejercía de maestro del joven arquitecto, presentó ante sus promotores el resultado de un trabajo que debió ocuparle casi por completo mientras se desarrolló.
Para los benedictinos suponía este proyecto la primera fase de unos planes mucho más ambiciosos que contemplaban, en fechas posteriores, la construcción de un monasterio anexo, al que llamarían del Santi Espiritus como ya lo hacían con la sede que, de forma provisional, habían establecido en la Madrileña.
iglesia para Villaricos. La carta estaba fechada el 13 de marzo de 1882 y concedía al arquitecto catalán un escaso plazo de dos meses para levantar los planos del futuro templo; Gaudí, consciente de que la tarea requería de un intervalo más dilatado, solicitó el doble de tiempo para su materialización y se puso manos a la obra. Cumplió escrupulosamente con lo comprometido y, al cabo, bajo la atenta supervisión de Joan Martorell, que por entonces ejercía de maestro del joven arquitecto, presentó ante sus promotores el resultado de un trabajo que debió ocuparle casi por completo mientras se desarrolló.
Para los benedictinos suponía este proyecto la primera fase de unos planes mucho más ambiciosos que contemplaban, en fechas posteriores, la construcción de un monasterio anexo, al que llamarían del Santi Espiritus como ya lo hacían con la sede que, de forma provisional, habían establecido en la Madrileña.
Así lo recogerá Josep F. Ràfols i Fontanals en la cronología de obras de Gaudí correspondientes a 1882: «Proyecto de iglesia para el monasterio benedictino del Santo Espíritu en Villaricos (Almería)»
Cuando el barcelonés se refería al proyecto que llevaba entre manos, hablaba siempre de la catedral de Villaricos; y según J. F. Ràfols, que tuvo la oportunidad de contemplarlo en 1927, el templo, de haberse construido, habría tenido un aspecto muy semejante al que hoy nos muestra la iglesia de las Salesas, obra del que fuese maestro de Gaudí, Joan Martorell, y que se levanta, espléndida, en pleno Paseo San Juan de Barcelona. No faltaron motivos para que este proyecto inspirase a nuestro arquitecto en su concepción de la iglesia villariquense porque, desde que Martorell iniciase las obras del mismo el 13 de mayo de 1882, contó con la asistencia de su aventajado ayudante, conocedor minucioso de los planos del maestro y del estilo y particularidades arquitectónicas que éste les había impuesto.
Se trataba, pues, de un edificio neogótico, muy al gusto de la arquitectura modernista dominante, que presentaba como principal originalidad la colocación del altar mayor en el crucero. Sobre esta última particularidad, El mencionado Ràfols –considerado por todos como el primer biógrafo de Gaudí– asevera lo siguiente: «Responde este estudio gráfico de carácter religioso a todos los principios que rigen la composición de las Salesas, y en él el altar se ve indicado –como en el gran Templo Expiatorio que debía emprender al poco tiempo– en el lugar más propio: el centro del crucero».
Bassegoda, uno de los conocedores más exhaustivos de la figura y obra del tarraconense, considera el proyecto como totalmente gaudiniano, aunque hubiese estado supervisado en todo momento por Martorell. Para su realización, Gaudí habría contado con colaboradores y proveedores ya habituales como el constructor José Pardo, el cerrajero Juan Oñós, el vidriero Eudald Amigó y el escultor Juan Flotats, todos ellos profesionales de un prestigio acreditado en la revolución arquitectónica y artística que estaba teniendo lugar en la Barcelona modernista.
Lo cierto es que aquellos monjes benedictinos, tras un año de prédicas, abandonaron Villaricos de forma tan misteriosa como inesperada había sido su llegada. El proyecto inició, entonces, el sueño de los justos en el estudio que Gaudí poseía en la Sagrada Familia y allí permanecieron hasta su destrucción durante el asalto e incendio de 1936. Sin embargo, estos desaparecidos planos, diseñados íntegramente por el famoso arquitecto, fueron decisivos para que Martorell lo recomendara para la dirección de la Sagrada Familia, de tal modo que, cuando Gaudí se hizo cargo el 3 de noviembre de
1883 de las obras del templo, aún quedaba en su memoria la experiencia del proyecto de una iglesia neogótica para Villaricos. Si, además, tenemos presente que en esa misma época se encontraba colaborando con su maestro Martorell en la construcción de las Salesas, concluiremos que estos desaparecidos planos, aunque nunca materializados, fueron transcendentales para el devenir profesional del genial arquitecto.
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