Juan Manuel Gil llegó a la librería Nobel de Vera para presentar Hipstamatic 100, un libro construido a modo de crónica de su vida y sumó, a fe, un capítulo más
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Rodolfo Criado, responsable de la librería Nobel de Vera, y Juan Manuel Gil |
En Vera, Gil habló de literatura, aunque menos de la propia que de otras que no le son tan ajenas. Houellebecq, Knausgård, Maleno, Muñoz, Busquets, Pardo Vidal y Giménez Caro fueron apellidos que sonaron entre los libros acopiados en los anaqueles del Espacio Lector Nobel.
Reivindicó el viento como seña de identidad de una tierra y de unos seres que la habitan y que son por ese Dios azotados a veces pero, las más, acariciados con sus dedos invisibles, y dio testimonio del movimiento cultural que están agitando en Almería lugares como La Oficina, Clasijazz, La Guajira, la Madchester o el Chamán de Los Escullos, lugares que hacen a esta parte de la Tierra algo más humana y, sobre todo, contemporánea.
La presentación de sus cien primeras columnas/semanas de vida en La Voz de Almería derivó debido a su yo, sin duda, pero también a las circunstancias complementarias que acaecieron durante la singular noche del viernes en Vera, en un diálogo, una conversación salpicada de lugares exóticos. De una Lima que no se escurre en los gintonics, de un Pisco que no es un cachico, de Quito o de Bogotá. Y también del Amazonas, ese descomunal camino de agua que comunica lugares que parece que no existen.
Pero, básicamente, el pasado viernes, en la librería Nobel de Vera, ocurrió lo que nunca debió ocurrir. Eso que sueñas cuando una indigestión te abraza la boca o una fiebre te encierra los ojos. Eso que te cuesta asimilar porque tritura la letra pequeña del pedacito de buena suerte que te corresponde en vida. Eso que el autor de Hipstamatic 100 hubiera escrito gritando: Juan Manuel Gil presentó un libro suyo en Vera y tú no estuviste allí.
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